Desde comienzos del año 2000, las virulentas controversias sobre la Historia de España se suceden a buen ritmo, enfrentando de forma duradera a los entornos políticos, periodísticos y universitarios de la Península. En conjunto, son una muestra, entre otras, de la crisis cultural y de civilización de una época marcada por la omnipotencia de una oligarquía autoproclamada “progresista” que, en realidad, se caracteriza sobre todo por el nihilismo y la habilidad para fomentar o representar la agitación social. Leer artículo