Como los
países europeos parecen extremadamente interesados en mantener en su interior
una fuerte proporción de población musulmana, ya sea por razones de interés
electoral o por mero cálculo demográfico, desde las instancias oficiales se
apela una y otra vez al diálogo y la convivencia como antídotos contra el
radicalismo islámico. Es la famosa "convivencia multicultural". Instrumentos: cesiones rituales a los musulmanes (por
ejemplo, celebración institucional del ramadán) y patrocinio oficial de
mezquitas e imanes “presentables” para mostrar que aquí “cabemos todos”.
Lamentablemente, el yihadismo no se arregla con “diálogo y convivencia” porque
el yihadista no quiere dialogar ni convivir. Aún peor: los mismos sentimientos
experimenta cualquier musulmán ortodoxo que aspire a vivir en un orden social
conforme a sus principios, que son incompatibles con los del modo occidental de
vida.
