En esa época, desarrolló una teoría política favorable a una
lucha común de los europeos y los nacionales del "Tercer Mundo"
contra el americanismo y el sionismo, con el objetivo de combatir el sistema
capitalista neoliberal y su corolario, el desarraigo de las poblaciones (ver su excelente libro, “El Sistema contra los pueblos”, publicado en 1981).
Tras un comienzo fulgurante de su carrera, Guillaume Faye
dejó este campo en los años 80 para dedicarse a diversas actividades, a veces
sorprendentes. Así se convirtió, entre otras cosas, en animador-provocador de todo tipo de bromas en una emisora de radio
libre muy popular entre los jóvenes.
A finales de la década de 1990, volvió al debate cultural y
político con la publicación de varios libros que recibieron mucha atención en
los círculos nacionalistas. Rompiendo con algunas de sus ideas de juventud,
adoptó un discurso muy virulento contra el Islam, al tiempo que se proclamaba, en primer lugar, "judeo-indiferente", y luego partidario de una alianza racional con los "sionistas". Según él, los musulmanes son,
en efecto, los "enemigos" de una "Eurosiberia" destinada a
unirse desde el Atlántico hasta el Pacífico, siendo los imperialistas
americanos solo unos simples "adversarios".
Guillaume Faye también ha propuesto varios conceptos, entre
ellos el de "etnomasoquismo", que ha tenido cierto éxito incluso más
allá de los grupos identitarios y radicales.
Además, le interesaba mucho la dimensión
"fáustica" de la civilización europea y los avances y promesas de la
tecnociencia. Otro de sus conceptos, el "arqueofuturismo", expresa el
deseo de ir más allá de las ideologías de la modernidad mediante una vuelta a
los "valores arcaicos" combinada con la más franca modernidad
tecnológica. Una reacción considerada necesaria ante la "convergencia de
catástrofes" que se cierne sobre el continente europeo…
Una novela póstuma tan emocionante como
disparatada
Su último libro no es un ensayo ni un panfleto, sino una
historia fantástica cuyo protagonista es un triste señor llamado Bartolomé. La
acción se desarrolla en un universo paralelo y en un planeta muy parecido al
nuestro.
Este antihéroe, que vive en la capital de un país que
recuerda a los Estados Unidos, se enamora perdidamente de una vecina a la que
observa regularmente desde la ventana de su piso, ya que vive enfrente de él.
Tras percatarse de la presencia de un hombre en su casa, decide conseguir un
rifle de caza y un silenciador para eliminar a su rival, lo que le permitirá
hablar por primera vez con la joven cuando vaya a consolarla. La oportunidad no
tarda en presentarse cuando ve a los dos tortolitos tomando el aire en el
balcón. Inmediatamente se adelanta y mata al hombre, mientras intenta borrar
las huellas de su crimen.
Rápidamente, se despliegan importantes medios policiales e
incluso militares, porque, sorpresa, ¡la víctima se identifica como el
Presidente de la República Frank Nederland!
Interrogado durante la investigación en el vecindario, el
asesino conduce espontáneamente a los investigadores por una pista falsa que
los dirige hacia un conocido grupo subversivo. Además, la prensa revela que su
vecina, que recibía en secreto al Presidente en su casa, es una periodista
cuyas "simpatías ocultas e implícitas" son favorables a este
movimiento revolucionario, lo que la lleva a ser detenida provisionalmente.
Bartolomé fue entonces invitado a aparecer en el telediario de
las 8 de la cadena de televisión más vista, ya que su testimonio, que
obviamente se había "filtrado", resultó ser decisivo. Sin embargo,
entre los espectadores, una detective privada decide hacerse cargo de la investigación
porque está intuitivamente convencida de que él es el asesino.
Mientras tanto, la vecina es rápidamente condenada a pena de muerte
en primera instancia por complicidad e incitación al asesinato del Jefe del
Estado.
La detective, por su parte, avanza rápidamente y ya ha
encontrado el arma homicida torpemente escondida.
Unos días después, Bartolomé es detenido y encarcelado. Las
pruebas materiales le acusan ahora, especialmente tras el descubrimiento en su
casa de los casquillos de bala utilizados para matar al Presidente.
Su abogado, un destacado letrado que le defiende
gratuitamente porque su juicio le dará gran notoriedad, le explica cuál debe
ser su sistema de defensa: debe alegar un crimen pasional alegando que su
vecina le sedujo para que disparara a un hombre que le presentó como un
violento acosador sin revelar su verdadera identidad.
Esta versión, apoyada por dos testimonios falsos encargados
por su defensor, convenció al jurado y la condena fue de solo veinte años de prisión.
En la cárcel, el convicto, que llevaba tiempo escuchando
una voz que le hablaba, se volvió piadoso y recibió la visita de un sacerdote.
Mientras tanto, el sucesor del Presidente tiene que
contrarrestar los rumores de que ha urdido un complot para eliminar a su predecesor...
El resto de la historia aún tiene muchos giros, pero no es
cuestión de "divulgarlos", como se dice habitualmente en estos
casos.
Más allá de la historia de un pobre hombre que se convierte
en asesino por celos y se ve envuelto en una espiral que le supera, Guillaume
Faye retrata la conducta de los gobernantes que no dudan en violar la ley,
mediante asesinatos si es necesario, para proteger sus posiciones. Algunos de
ellos pueden ser más legalistas, pero sus convicciones se ven rápidamente
frustradas por las amenazas de revelar dossiers en posesión de los servicios
secretos, a menos que simplemente no les cueste la vida...
Está claro que el autor se ha divertido mucho con la serie
de giros y guiños irónicos, en un estilo que recuerda al de un guion cinematográfico, lejos de las exposiciones filosóficas y
políticas a las que nos tenía
acostumbrados.
Es muy posible que, en el atardecer de su vida, haya querido ofrecernos una lección de sabiduría: ¡salir de ella riendo! ■ Fuente: euro-synergies.hautetfort.com