La necesidad de un nuevo arraigo. Entrevista a Guillaume Travers, por Paul Gallard

 

Su obra trata, sobre todo, de la aparición del capitalismo, que usted opone al feudalismo de la época medieval. ¿Cuáles son los mecanismos de este último?

En una gran medida, el sistema feudal es un modelo contrario al del capitalismo liberal que conocemos hoy en día. Sus características principales, que señalo en mi libro sobre la economía medieval y la sociedad feudal, se basan en que se trata de un mundo de comunidades, y no un mundo de individuos. Los intercambios económicos y las relaciones sociales se organizan siempre al servicio de la visión del bien común; a la inversa, lo que nuestra época quiere es dar rienda suelta a todos los deseos individuales. El mundo feudal es profundamente terrestre, arraigado y rural en su mayor parte. El gran comercio es algo periférico; las múltiples comunidades locales viven cada una en un régimen autárquico relativo. Finalmente, es un mundo donde la riqueza siempre se pone al servicio de unos fines considerados más elevados: la valentía militar, la sabiduría religiosa. Las dos figuras que tutelan el mundo medieval son el santo y el caballero; no el financiero que acumula grandes riquezas.

¿No será que el aumento del individualismo es lo que hace totalmente imposible la vuelta hacia una economía del bien común?

Históricamente, la destrucción de ese mundo feudal está vinculada, sin duda, al aumento del individualismo. Pongámonos de acuerdo en las palabras: por individualismo yo entiendo no solo un rasco psicológico que empuja al egoísmo, sino una revolución en la forma de pensar sobre el ser humano. La Modernidad es la única época que considera que el individuo precede a cualquier comunidad, que las pertenencias y los arraigos son cuestiones secundarias. ¿Quiere esto decir que la vuelta hacia una economía del bien común es imposible? No lo creo. Ciertamente, hay mucho camino por recorrer. Pero creo que una serie de crisis (de seguridad, ecológica, etc.) empujarán a los individuos a recrear las comunidades.

La disolución de la nacionalidad y del patriotismo, la deconstrucción de esas comunidades humanas ¿no son también razones de los comportamientos individualistas?

Es el problema del huevo y la gallina. Históricamente, los lazos comunitarios han sido fuertes en todas partes y de una gran diversidad: comunidad de oficios, comunidades rurales y urbanas, cofradías religiosas, etc. El individuo se afirmó contra esas comunidades proclamando que eran ilegítimas, que suponían un freno para la "libertad" del individuo. Pero, al revés también ha sucedido: a medida que esas comunidades se debilitan, que tienen cada vez un menor rol orgánico en las sociedades humanas, los individuos se ven empujados a desvincularse.

Pero me parece que es un proceso que está llegando a su límite: la crisis identitaria que atraviesa toda Europa es testimonio de una necesidad de pertenencia, de reafiliación. Cuando muchos de nuestros contemporáneos caen en el consumo de masas y creen afirmarse llevando unas ropas de tal o cual marca, no hacen sino demostrar una necesidad latente de pertenencias más estructurantes.

¿Podemos realmente reencontrar un espíritu de vida según nuestras necesidades que no sea la acumulación de riqueza? ¿No está simplemente en el ADN del ser humano el querer acumular y poseer?

La idea según la cual el ser humano habría sido siempre un puro egoísta refrenado por las obligaciones de la sociedad es el postulado central de la filosofía liberal. La libertad individual sería un estado originario y todo lo demás (instituciones, tradiciones, costumbres, etc.) sería puramente artificial: así como la Modernidad pretende "liberar" al individuo deconstruyendo todo lo que ha heredado. Todo eso es ridículo en cuanto observamos la Historia. Durante la mayor parte del tiempo, los seres humanos no se han presentado como individuos preocupados únicamente por sus intereses materiales. Esta idea es una creación muy reciente en la larga historia de las ideas y las mentalidades.

La vuelta al localismo ¿es el síntoma de una toma de conciencia de las derivas de un neoliberalismo incontrolable?

Creo que es una muestra de una doble necesidad de rearraigo. Es conocida la frase de Christopher Lasch que me parece muy cierta: "El desarraigo lo desarraiga todo excepto la necesidad de raíces". En un mundo en el que todas las referencias han sido deconstruidas y deslegitimadas, existe la necesidad de recobrar un sentido. Arraigarse en una ciudad o pueblo, participar en una comunidad, son medios para volver a dar un  sentido a la vida cotidiana. Comprar en un hipermercado verduras importadas o conseguirlas de un vecino agricultor, no es lo mismo. Detrás del localismo, también está la toma de conciencia de los desequilibrios ecológicos que amenazan nuestras vidas. No hablo tanto del calentamiento climático como de la contaminación de los suelos y aguas, de la alimentación, los perturbadores endocrinianos, etc.

Usted es crítico con el liberalismo en sus libros pero ¿no es el sistema económico más igualitario en el acceso a los recursos? Sobre todo, ¿no deberíamos diferenciar el liberalismo clásico del neoliberalismo mundializado?

Sobre los diferentes tipos de liberalismo soy muy escéptico. Uno lleva necesariamente al otro. Una vez que se proclama que el individuo es superior a lo colectivo, es superior en todo. Si decimos que el mundo solo está compuesto de individuos, entonces es natural que todo lo que sea realizar distinciones sea progresivamente barrido: ya no hay razón para hacer diferencias entre africanos y europeos ya que todos son individuos; no hay razón para diferenciar a hombres de mujeres ya que no son más que individuos abstractos, etc. En otras palabras, la pendiente del liberal-conservadurismo es resbaladiza y está llena de contradicciones. Dicho esto, ser antiliberal no quiere decir que se niegue todo concepto de libertad, al contrario. Pienso, por ejemplo que, en el momento actuak, todo lo que concierne al pequeño comercio y a los oficios está ahogado por obligaciones que convendría aligerar. Pero esto no hace de mí un liberal; no, por lo menos, en el sentido filosófico.

¿Cuáles son los valores del feudalismo que pueden inspirar a la derecha de mañana?

Una trampa sería simplemente el querer volver atrás, a la Edad Media o a cualquier otra época. La voluntad de restaurar el pasado, aunque sea conmovedora, es sobre todo impolítica: eso no llegará, y agarrarse a ese sueño será en vano. Sin embargo, los valores heredados del pasado, las estructuras mentales, las formas de pensar en el ser humano y la sociedad que fueron propias al mundo feudal pueden inspirarnos. Creo que nos hace falta reaprender a situar nuestros intereses como comunidades antes de nuestros intereses individuales. Eso concierne muchos aspectos de la vida cotidiana: apoyar a los productores locales frente a la gran distribución o a Amazon, etc. 

Esto significa también la vuelta a la vinculación con los valores tradicionales (la valentía, por ejemplo) más que de dar valor solamente a la comodidad del bienestar material. Si hay una derecha para el mañana no puede ser como una buena parte de la derecha actual: muy a menudo es una derecha burguesa que prefiere el confort al coraje, sus intereses materiales antes de lo que no tiene precio. Fuente: La Droite de demain