La gran fractura de la modernidad liberal , por Thibaud Collin

Hay dos formas principales de concebir el conservadurismo y, según el sentido, las respuestas a la cuestión esencial serán contrarias. Rigurosamente hablando, el conservadurismo es una actitud intelectual nacida en la modernidad liberal que tiende a limitar los efectos revolucionarios salvaguardando ciertas costumbres y tradiciones, en tanto que éstas han sido validadas por el tiempo como benéficas para el orden social y cultural. Esta dimensión empírica del conservadurismo (Hume) explica su desconfianza hacia las abstracciones y los grandes principios, cuya radical aplicación es considerada como devastadora (Burke). Tal actitud no es compatible con la concepción liberal de la libertad, puesto que, según ésta, cada cual debe determinar el contenido de sus propios fines, a condición de respetar la misma operación el resto de los societarios. El sistema de la libertad liberal es, entonces, procedimental y tiene por norma la posibilidad conjunta de elecciones individuales garantizada por los derechos mutuamente reconocidos. Todo no está, en consecuencia, permitido, puesto que nadie ni nada puede legitimar la usurpación de la vida de los demás, en la medida en que deben respetarse las elecciones del resto. En esta perspectiva, alguien que considera, por ejemplo, que el matrimonio es una institución basada en la diferencia entre los sexos, puede ser liberal siempre que admita que la proposición opuesta también es políticamente legítima. Visto de esta forma, se podría, entonces, comenzar por defender posiciones llamadas conservadoras y acabar validando, de facto, las leyes progresistas.

¿Ralentizar el progreso o conservar el orden natural?
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Hay, sin embargo, otra forma de entender el espíritu conservador: el que quiere conservar, no lo que deriva del pasado en tanto que tal, sino un orden natural que, en sí mismo no deriva del tiempo, incluso si es verificable en la historia y en la tradición. No se valida en el historicismo funcional de la modernidad liberal; considera que la libertad humana y la sociedad de hombres libres son productos acabados mediante el auténtico bien humano, cuya medida es perceptible por la razón apoyada en la virtud moral. Difícil resulta llamar a esto “conservador liberal”, salvo considerando que el término liberal no designa más que a todo aquel que ama la libertad sin decir en qué consiste la misma.

El idiota útil de los liberal-libertarios
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Vemos, por tanto, que la cuestión planteada no tiene una respuesta unívoca. Hay que reconocer el hecho de que numerosos intelectuales o políticos se autodenominan, hoy, como liberales conservadores como si el adjetivo viniera a determinar el tipo de liberalismo y, sobre todo, a darle un toque de moderación y de sabiduría. Es innegable que un “liberal-conservador” no tiene las mismas posiciones prácticas que un “liberal-libertario”. No obstante la autenticidad y la firmeza de sus convicciones, los liberal-conservadores ¿no serían los idiotas útiles de los liberal-libertarios? Es decir, si no son ellos los que les permiten validar que la historia se orienta siempre hacia una mayor “emancipación”, puesto que los llamados liberal-conservadores pueden, ciertamente, oponerse personalmente a tal extensión de un derecho, pero no pueden argumentar su rechazo en la objetividad de un principio que les conduce a rechazarlo como contrario al bien común. El único tipo de argumentación que los liberal-conservadores pueden desplegar, salvo negando su liberalismo, es de tipo procedimental, lo cual sigue siendo insuficiente en el campo político. 

Alianzas circunstanciales
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La alianza del liberalismo y del conservadurismo fue patente durante la “guerra fría”, cuando la revolución tomó los hábitos del totalitarismo liberticida. Después del colapso del imperio soviético, el liberalismo ha recuperado su fuerza revolucionaria constitutiva. Algunos, por hábito o por sensibilidad, pueden seguir oponiéndose, pero queda por saber si las razones de su rechazo no deberían conducirles a rechazar también el liberalismo filosófico para mejor honrar la libertad digna de realizar el bien común. ◼ Fuente: L´Incorrect