Tras el libro de Sarafín Fanjul
“Al-Ándalus, la invención de un mito”, la publicación del libro de Darío
Fernández-Morera, profesor del Departamento de español y portugués de la
Universidad del Noroeste (Illinois), “Cristianos, judíos y musulmanes de
al-Ándalus, mitos y realidades”, nos devuelve directamente a la historia
denunciando la falsificación de al-Ándalus. Claro y apasionante, ampliamente
accesible para los no especialistas, esta obra tiene el inmenso mérito de
resituar la ocupación musulmana de España en el largo conflicto civilizacional
que enfrenta al islam y a Europa.
Al-Ándalus se presenta generalmente como
un paraíso perdido, una sociedad multicultural ideal, llena de refinamiento y
tolerancia, cuyo brillo contrastaba con las supuestas "edades oscuras
europeas", marcadas por la barbarie y el oscurantismo medieval. Esta
visión tan maniquea, erigida en dogma por la "historia oficial", está
siendo cuestionada poco a poco por valientes historiadores.
Una terrible regresión cultural
España, en la víspera de la invasión
musulmana del año 711, era una tierra de alta y antigua cultura. Provincia
romana desde las guerras púnicas, había proporcionado numerosos escritores
latinos y emperadores romanos. Los visigodos, romanizados, instalados desde
hacía tres siglos, se consideraban herederos de pleno derecho de Roma. Para
Darío Fernández-Morera, “la cultura hispano-visigoda existía ya en España
cuando el islam nacía en Arabia entre las tiendas, las ovejas y los camellos de
los beduinos”. De hecho, en el siglo VIII, el nivel de civilización era mucho
más elevado que el de los invasores musulmanes. Las crónicas musulmanas, por
otra parte, describían a España como “un país lleno de tesoros de todo tipo”
que asombraba a los incultos beduinos árabe-bereberes.
La Hispania visigoda también se benefició
de la influencia cultural directa del Imperio cristiano grecorromano, que la
expansión musulmana interrumpió brutalmente. Retomando la tesis de Henri
Pirenne, Darío Fernández-Morera considera, en efecto, que, interponiéndose a
través del Mediterráneo, el islam había ralentizado la transmisión cultural
entre los griegos y Occidente. Hace suya la tesis de Sylvain Gouguenheim, que denuncia
la fábula de una pretendida transmisión del saber antiguo en Occidente por los
árabes. Según el autor, los musulmanes nunca asimilaron las civilizaciones
precedentes: no supieron sacar provecho de ellas y procedieron a su
sustitución. Así, el esplendor del califato cordobés, tan alabado, se nutrió de
la romanitas y de la islamización de
una parte de las élites visigodas, reutilizando las técnicas romanas, como el
arco de herradura o la alternancia del ladrillo y la piedra. La música, que
representaba una ciencia casi desconocida para los árabes antes de sus
conquistas, fue prohibida en la “iluminada al-Ándalus”. “Si no hubiera habido
una batalla de Poitiers, ni Reconquista, ni batalla de las Navas de Tolosa
(...) quizás no habrían existido los cantos gregorianos, ni polifonía, ni
órganos, ni misas cantadas o instrumentales, ni Bach, ni Mozart, ni Beethoven.
Las sinfonías, las óperas, los grandes compositores y el jazz nunca habrían
existido", dice Darío Fernández-Morera.
El horizonte de las mujeres de al-Ándalus:
musulmanas con velo o esclavas sexuales
El lugar de la mujer en la sociedad
cristaliza la diferencia entre el islam y Europa. El libro de Darío
Fernández-Morera dedica importantes desarrollos a este tema. El destino de las
mujeres de al-Ándalus no era diferente al de otros países musulmanes: la
mutilación genital femenina estaba muy extendida y la lapidación por adulterio
era la regla. El horizonte de las mujeres musulmanas se limitaba a la esfera
doméstica y no tenían espacio en la vida pública. Situación poco envidiable
respecto al estatuto concedido a las mujeres en la época visigótica en la
Europa cristiana, griega o romana. En cuanto a las poetisas de al-Ándalus,
presentadas como prueba de emancipación femenina, sólo podían practicar su arte
en el encierro, lejos de los ojos de los hombres. Además, la abundante poesía
amorosa de al-Ándalus evocaba a las concubinas, es decir, a las esclavas
sexuales, nunca a las mujeres musulmanas.
La cuestión de la esclavitud es un
aspecto central de al-Ándalus, un importante centro del comercio de esclavos
que alimentaba su tráfico tanto en África como en Europa. Darío
Fernández-Morera señala que los musulmanes fueron los pioneros del esclavismo
de los negros africanos, considerados por ellos como seres inferiores, pero
también de los europeos, estimándose en más de un millón los que fueron
reducidos a esclavitud en beneficio del mundo musulmán en la época moderna
(cuando ya no existía al-Ándalus). Los príncipes musulmanes disponían de
inmensos harenes que provocaban un importante esclavismo sexual, de mujeres y
niños de raza blanca, siendo las mujeres rubias o pelirrojas las más deseadas.
Sobre este aspecto, Fernández-Morera nos enseña que numerosas madres de
dirigentes omeyas eran esclavas sexuales de origen franco o visigótico, dando a
su descendencia un tipo físico caucásico, como fue el caso de numerosos
príncipes musulmanes españoles.
De al-Ándalus al Estado islámico, el mismo
terror....
Lejos de ser un asentamiento pacífico, la
invasión del reino visigodo se llevó a cabo en nombre de la yihad, que se inscribía en el marco
histórico de la gran ofensiva musulmana contra Europa, detenida en Poitiers
algunos años más tarde. Es por la guerra y el terror que el islam se impondrá
en España. Bibliotecas quemadas por las llamas, monumentos e iglesias
destruidos (no existen iglesias anteriores a la Reconquista en España), villas
pasadas por la espada, esclavitud, arabización sistemática de los nombres de
lugar y de persona… La conquista de España procederá así a la aniquilación
completa de la prometedora civilización hispano-visigoda.
Tan pronto como los conquistadores se
establecieron, la sharia se convirtió
en la ley común en la Hispania ocupada y será rigurosamente aplicada por los
ulemas, jueces religiosos que disponían de poderes políticos, jurídicos y
administrativos, legislando hasta en los aspectos más insignificantes de la
vida humana.
Contrariamente a la leyenda de la
"convivencia", símbolo de una feliz convivencia, Darío
Fernández-Morera considera que los no musulmanes sufrieron una “precaria
coexistencia”. Sometidos a la dhimma,
no tuvieron otra opción que comprar su protección a través de un impuesto
especial (que el autor equipara a una verdadera extorsión), prohibiéndose toda
presencia visible en el espacio público, cada uno de ellos confinado en un
estricto apartheid étnico-religioso
establecido por una sociedad muy jerarquizada dominada por las élites árabes y,
luego, por las masas bereberes. Los muladíes (conversos al islam) se
encontraban en la parte baja de la pirámide social, sólo justo por encima de
los dhimmis (los cristianos y los
judíos no conversos). La seudotolerancia de al-Ándalus funcionaba tan bien que
en el siglo XII ya no existían comunidades cristianas en la España musulmana…
La dinastía de los Omeyas, presentada
frecuentemente por los historiadores occidentales como un ejemplo de
convivencia y tolerancia, es objeto de un edificante capítulo que recuerda las
persecuciones políticas y religiosas que se multiplicaron y que utilizaban los
empalamientos, las crucifixiones y las decapitaciones.
Según Darío Fernández-Morera, el carácter
multicultural de al-Ándalus motivó esta política de terror, la única capaz de
mantener una sociedad permanentemente amenazada por la desintegración.
Y, sin embargo, el califato islámico
español sigue presentándose como un modelo de islam ilustrado. Como escribe
Rémi Brague en su prefacio, “la evocación de al-Ándalus debe demostrar la
posibilidad de un futuro renacimiento de lo que se supone que ha ocurrido en el
pasado”. En otras palabras, esta falsificación histórica es un arma ideológica
que nos venden los académicos, cómplices o complacientes. A fin de incitar a
los europeos a aceptar la inmigración y la islamización, pero también para
hacernos sentir culpables por haber roto un modelo de civilización
multicultural que, supuestamente, era superior al nuestro.
Darío Fernández-Morera cita en su epílogo
al historiador medievalista Enrique Ruiz-Doménec, quien escribió que “según
algunos especialistas, la frontera entre España y Marruecos es la frontera del
mundo donde existe la diferencia más visible entre dos mundos”. Esta cita
edificante recuerda a la fórmula de René Marchand, retomada por Dominique
Venner, que consideraba que “las grandes civilizaciones no son regiones
diferentes en un mismo planeta, son planetas diferentes”. Más allá de la
denuncia del mito de al-Ándalus, este libro nos permite juzgar la importancia
de las fronteras civilizacionales entre el islam y Europa. Y, más allá todavía,
entre Nosotros y los Otros. ■ Fuente: Institut Iliade