El feminismo ha ido hoy en día más allá de sus reivindicaciones
originales que se basaban en la igualdad de derechos para convertirse en un
agente de deconstrucción de los valores de nuestra civilización. Al mismo
tiempo que niega la dimensión maternal de la naturaleza femenina, busca
emascular a los hombres para boicotear las bases de la organización social.
Utilizando el argumento igualitarista para subvertir la nación, el feminismo
combate contra la familia y participa en el suicidio demográfico de nuestra
sociedad.
El feminismo ha pasado de
la igualdad de derechos a la deconstrucción de valores
El feminismo, es decir, la voluntad de erigir a las mujeres en una
categoría social específica víctima del poder “patriarcal” es una invención
anglosajona de comienzos del pasado siglo. Focalizado en la igualdad de
derechos, este movimiento obtiene satisfacción después de la Segunda Guerra
mundial, sobre todo con el derecho de voto para las mujeres. Habiendo
conseguido este objetivo, cambia de naturaleza durante la revolución de
costumbres en los años sesenta y comienza a atacar a la familia tradicional así
como a los hombres que pasan a ser designados como opresores de las mujeres.
El feminismo contemporáneo
no aporta nada a la causa de las mujeres europeas
Pero, así como la primera reivindicación de igualdad de derechos
era legítima, las reclamaciones actuales referidas al lugar de la mujer en la
sociedad son infundadas. En la esfera privada, las mujeres han adquirido hoy en
día una posición de equilibrio con los hombres. En cuanto a su sitio en nuestra
civilización, siempre ha sido reconocida y ha estado, en muchas ocasiones, en
lugar prominente. En la civilización europea, la mujer no ha sido solamente la
responsable del hogar, la encarnación de la maternidad y, por lo tanto, de la
filiación, también ha sido divinidad, soberana e incluso guerrera. La mayor
parte de las mujeres han trabajado siempre fuera de casa y muchas han ejercido
responsabilidades. Contrariamente a las civilizaciones del Medio Oriente, donde
la mujer es considerada un ser inferior al hombre, en Europa la mujer siempre
ha tenido un rol fundamental, aunque fuera diferente al del hombre.
El feminismo funciona como
un agente de deconstrucción al servicio de la ideología progresista dominante
Si el feminismo contemporáneo no sirve realmente a la causa de
las mujeres, trabaja sin embargo en el proyecto de deconstrucción actual. Las
feministas, como las pretendidas “antirracistas” que ven las cuestiones
raciales ahí donde no hay, escenifican una “dominación institucional” del
hombre e imponen una versión sexuada de las relaciones humanas ahí donde no
tiene por qué estar. Un proceso que desestabiliza profundamente la sociedad y
que contribuye a desviar la atención de lo que amenaza realmente a los
europeos, es decir, su desaparición como pueblo y como civilización.
No es una casualidad que las feministas rechacen
sistemáticamente reconocer los riesgos que representa la islamización para la
condición femenina, llegando incluso a negar las agresiones sexuales cometidas
por parte de los inmigrantes o a afirmar que el llevar el velo islámico es un
acto de orgullo femenino. La verdad es que las feministas trabajan en la
deconstrucción de la sociedad, incluso si van contra los derechos de las
mujeres mismas.
El feminismo impone una
paridad obsesiva, injusta e ineficaz
Para su trabajo de deconstrucción, el feminismo se basa en el
igualitarismo, un principio simple y rápido que permite denunciar una
discriminación cada vez que la muestra escogida no incluye un número igual de
representantes de los dos sexos. Esta forma de actuar victimista y
reivindicadora, que se parece a la ya practicada al otro lado del Atlántico por
las diferentes minorías, sobre todo por las afroamericanas, lleva después a
medidas supuestamente correctoras, causa de injusticias y aberraciones.
Así, la política de cuotas o la discriminación positiva es la
más nociva. Nombrar mujeres en preferencia sobre los hombres para respetar este
tipo de normas puede revelarse injusto para los hombres que opten al puesto,
que son rechazados, y humillante para las mujeres con talento. Además, esta
práctica busca establecer en todas partes una paridad sistemática que ignora
las diferencias naturales entre los hombres y las mujeres. Estas diferencias
son las que hacen que algunos empleos estén más adaptados a los unos que a las
otras. Conduce, además, a no escoger a los mejores y más adaptados para ocupar ciertos
puestos de dirección en las organizaciones.
El feminismo rechaza la
naturaleza maternal de la mujer
Para “igualarse al hombre” y conseguir los objetivos de paridad
absoluta, el feminismo militante llega hasta el punto de combatir la
maternidad. En efecto, fueron las feministas las que, adoptando por eslogan “mi
cuerpo me pertenece”, organizaron alrededor de la ley del aborto francesa de
1975 una verdadera campaña promocional a favor del aborto para todas mientras
que, para los autores de la ley, la interrupción del embarazo debía ser una
excepción muy enmarcada. Como si, según una extraña paradoja, las feministas
consideraran que la mujer no estaría verdaderamente “liberada” mientras no
rechazara la maternidad y negar así su propia naturaleza. Una visión que
encuentra hoy su eco en la ideología de género según la cual el sexo solo
resulta de una elección individual y no de una circunstancia natural.
El feminismo favorable al
suicidio demográfico europeo
En este espíritu, el ideal de las feministas es el de la “mujer
activa”, la que se ha liberado de las obligaciones familiares y de los hijos,
mientras que la “madre de familia” encarna a sus ojos el estatus social más
retrógrado que puede existir. Así, las feministas cargan con la pesada
responsabilidad de la bajada de la natalidad que conduce al suicidio
demográfico europeo. En efecto, se oponen con todas sus fuerzas a cualquier
política familiar de impulso a la natalidad en Europa. El invierno demográfico
que se cierne sobre nuestro continente, junto con la inmigración de repoblación
consecuente, son cuestiones que no les preocupan en absoluto.
El feminismo conduce a la
desvirilización del hombre
El principal objetivo de estas militantes, en el fondo, es
acusar a los hombres. A este respecto, el feminismo cumple la misma función que
el arrepentimiento: sirve a destilar mala conciencia en el hombre europeo con
el fin de hacerle aceptar la idea de su desaparición programada.
La ideología castigadora de las feministas considera, en efecto,
que el hombre es el culpable de todo. Incluso la estatura de las mujeres, de
media inferior a la de los hombres, sería debida al hecho de que, en la prehistoria,
los hombres se habrían apropiado de la comida más nutritiva. Desde entonces, el
hombre europeo debe pedir disculpas en todo momento por ser hombre, debe
renunciar a su interés por las mujeres salvo si se trata de aprobar los mantras
feministas, y en las relaciones de pareja debe callarse. Se le pedirá que
comparta todas las tareas y que elimine cualquier huella de masculinidad. Si no
acepta, será tratado de machista, sexista, acusado de acoso, perseguido por una
multitud de censores y denunciadoras. Muchos renuncian ya a su virilidad para
preservar su tranquilidad o por simple conformismo.
Este feminismo castigador lleva a una acción de deconstrucción
particularmente nefasta puesto que ataca la naturaleza misma de la mujer como
también la del hombre, con el fin de crear un ser híbrido y asexuado. En este
sentido, se afirma fundamentalmente como un antihumanismo. ■ Fuente: Ligne
Droite