¿Qué
Europa se está construyendo actualmente? Siguiendo el sueño étnico de Guy
Héraud, Yann Fouéré, Marc Augier y muchos otros, hacia una Europa que se orienta
sensiblemente hacia un Estado federal de regiones definidas étnica y
lingüísticamente, en detrimento de los Estados-nación, pero, curiosamente, con
la excepción de Alemania.
En efecto, mientras que este sistema conduce al
desmantelamiento de todos sus socios, Alemania renace más grande y más fuerte
por razón de este nuevo guion. Este proceso ya era preconizado por los
“pangermanistas” de finales del siglo XIX y primera mitad del XX.
La ilusión de una federación étnica
europea
La
Europa que se prepara, según Pierre Hillard, es un Estado federal de las
regiones con base étnica y no podemos dejar de señalar el rol influyente jugado
por Alemania en esta evolución. Existen, de hecho, varios documentos clave que
orientan la construcción europea en beneficio del bloque germánico: la Carta de
las lenguas regionales y minoritarias, el Acuerdo marco para la protección de
las minorías, las Cartas de autonomía local y regional y el Acuerdo marco sobre
cooperación transfronteriza. Estos cinco textos marcados con el sello europeo
son, en realidad, de inspiración alemana, y nos conducen al riesgo de una
parcelación étnica de Europa con la programada desaparición de los
Estados-nación. Todos, excepto el alemán que, por esos mismos criterios
étnicos, vería incrementar su extensión y su población con la incorporación de
los germanohablantes de Austria, Suiza, Francia, Bélgica y Luxemburgo (incluso
las marcas neerlandesa y danesa).
Con
razón dice Georges Feltin-Tracol que «el viejo proyecto pangermanista de un
continente organizado en polos etnolingüísticos aseguraría, finalmente, para el
área germánica, una clara hegemonía». Si bien Alemania se ve beneficiada por su
unidad lingüística y cultural, constituyendo un bloque germanófono de más de 90
millones de personas (contando a los austríacos y a los suizos y franceses de
habla alemana), por lo que respecta a Francia, España, Italia, Gran Bretaña y
los Balcanes, estos países están atravesados por diversas comunidades étnicas y
lingüísticas con graves riesgos de implosión.
En
último término, es una Europa dividida en regiones etnolingüísticas
políticamente autónomas lo que se desea en Alemania, la cual actuaría como jefe
de orquesta. Hay que conservar el espíritu del principio del equilibrio de
fuerzas. En efecto, el motor político y económico de esta Europa de las
regiones se situaría en su zona más dinámica. Esta última no se manifiesta en
Escocia, en Auvernia o en Andalucía, sino en el centro de Europa, es decir, en
Baviera, en Baden-Wurtemberg, en Hesse o en Westfalia. El mundo germánico sería
entonces el gran ganador en el seno de esa Europa dividida y recortada.
Este
objetivo ha sido perseguido por todos los regímenes políticos alemanes
precedentes, ya sea por la vía militar (recuérdese el mapa de la Europa de las etnias
elaborado por las Waffen-SS), ya sea
por la vía político-jurídica. Este principio se reforzó todavía más cuando la
ONU reconoció, en 1997, el derecho de retorno a la Heimat (patria), que reconocía a las asociaciones de refugiados
alemanes (alemanes étnicos: sudetes, silesios, pomeranios, minorías
germano-húngaras y germano-rumanas, alemanes del Volga…) la posibilidad de
retornar a sus territorios de origen de los que fueron expulsados después de
1945.
Esta
completa reconfiguración de Europa ya se ha iniciado. En efecto, un partido
político europeo, que trabaja en alianza con Los Verdes, el Partido democrático
de los Pueblos de Europa-Alianza Libre europea, elaboró en 1997 un mapa de la
Unión europea sobre criterios étnicos. Reuniendo a diversos movimientos
autonomistas y trabajando en vínculo directo con institutos financiados por
Alemania, este grupo asentado en el Parlamento europeo difunde los conceptos
que favorecen la desaparición de los Estados-nación y el surgimiento de una
Europa tribal fuente de infinitos e interminables conflictos.
Por
fuerza hemos de reconocer todo lo que el vecino alemán ha aportado a la
civilización europea, hechos que no pueden recusarse. Pero informar sobre el
tratamiento que Alemania exige a Europa sobre una visión etnista y
comunitarista, en una palabra, imperialista, del viejo continente, no es una
actitud, ni mucho menos, germanófoba, ni siquiera antietnista, sino legítima y
responsable, por todo lo que ello afecta al porvenir de los europeos.
La Europa de los tres círculos:
patrias carnales, patrias históricas y patria civilizacional
En
cualquier caso, una “federación europea” debería respetar la teoría de los tres
círculos o niveles: la Etnia (la región o patria carnal), la Nación o
Estado-nación (de gran historia y cultura) y el Imperio (europeo-continental).
De hecho, la identidad defendida por una parte de la «derecha radical», como la
defendida por los identitarios, es plural, o mejor, pluricircular: la identidad
carnal (regional), la identidad histórica (la gran nación) y la identidad
civilizacional (europea). Así, la identidad jugaría en tres niveles: la
identidad “carnal”, que es una identidad regional étnica, la identidad
“histórica”, es decir, la identidad francesa, alemana, española, italiana,
etc., y la identidad “civilizacional”, es decir, la identidad europea
continental. El tema de la “Europa de las etnias” dotaría de contenido a la utopía
de un nuevo imperio europeo.
Pero,
en este punto, la posición de las distintas familias de la derecha radical no
es unánime. Mientras que los “Identitarios”, por ejemplo, defienden una visión
federal del Estado-nación y de Europa, que podría tener mejor en cuenta las
especificidades locales, el Rassemblement
National (antiguo FN) defiende una visión jacobina del Estado y de la sociedad.
Mientras que los “identitarios” piensan la identidad en tres niveles con un
fuerte basamento en la identidad regional, la identidad nacional es el
principal caballo de batalla de los “lepenistas”. Esta diferencia determina el
prisma a través del cual estas dos formaciones contemplan la sociedad nacional
y europea. Mientras que el antiguo FN defiende una representación soberanista
de Francia y se opone a la idea de construcción europea (no a toda “idea
europea”, sino a la del “mercado europeo”), los “identitarios” defienden la
identidad europea, una Europa de los pueblos y de las etnias, como uno de los
tres niveles de identidad constitutivos de su discurso identitario.
¿Cuál
es el mito movilizador nacional de la actual derecha radical, más conocida como
identitaria? ¿Qué nación? No los Estados-nación que conocemos actualmente, y
cuya realidad, en términos de mito movilizador, es cada vez más débil. Sino una
nación simultáneamente continental-regional. Esta nación se define como un espacio
supracontinental (una especie de “gran patria”) en el interior del cual el
individuo se define por relación a una identidad étnica, una “pequeña patria”:
«En la cabeza, es la Gran Europa, el Imperio eurasiático, la nación imperativa,
la nación a construir. En el corazón, son nuestras patrias carnales, nuestras
regiones». Así la concebía el Partido nacional comunitario europeo.
La
familia identitaria, en general, con la excepción de algunas formaciones
políticas soberanistas, muestra una actitud favorable a los regionalismos,
autonomistas o independentistas, que quieren hacer explotar el Estado-nación;
el espacio de desarrollo de las identidades absolutizadas ya no es el
Estado-nación, sino una Europa federal en la cual cada etnia posea su autonomía
estatal y cultural.
Se
propone una reconstrucción de Europa desde la base, conforme a la tradición
nacional-comunitaria. Una reconstrucción política a partir de comunidades
federadas en regiones autónomas, ellas mismas asociadas en confederaciones
étnicas y geopolíticas incluidas en una federación europea. En el seno de este
espacio, los pueblos tendrían relaciones definidas por una jerarquía de las
solidaridades: en primer lugar, la de los individuos, en el marco de la
«autonomía de diversos componentes territoriales y étnicas de estos bloques» y
de «la solidaridad en el seno de cada pueblo entre sus miembros»; a
continuación, la de «los pueblos en el seno de un mismo bloque continental»; en
fin, «la solidaridad de todos los pueblos en su lucha contra el imperialismo».
La falacia emancipatoria de las etnias
europeas
Las
actuales reivindicaciones étnicas en Europa manipulan el hecho identitario
exclusivamente con unos fines resueltamente soberanistas que las aproximan a la
forma de unos Estados-nación fragmentados y reproducidos a pequeña escala. Esta
manipulación identitaria es conducida por las mismas oligarquías que reinan y
gobiernan en la Unión europea y en los Estados miembros, en connivencia con las
élites mundialistas. El objetivo emancipador de estas etnias no es la
recuperación de la cultura y las tradiciones del pueblo étnico, en un marco
europeo de civilización, sino su consolidación en el cuadro del neoliberalismo
y la globalización, lo que supone, en efecto, un grave contrasentido. Las
reivindicaciones identitarias de las etnias europeas no persiguen la liberación
de sus pueblos, sino su americanización cultural, el individualismo liberal, el
mestizaje derivado de la inmigración masiva y su vasallaje a las oligarquías
financieras, con el único objetivo de perpetuar sus privilegios políticos y
económicos.
No
tenemos ninguna duda de que el actual modelo de regionalización de la Unión
europea, tal y como está proyectado, oculta el desmembramiento de Europa: es el
caballo de Troya de las élites mundialistas, junto a la inmigración de
repoblación. Las élites financieras transnacionales quieren hacer de la Unión
europea un instrumento político-económico de su poder. Una Europa federal de
microestados, cuyas políticas estarían determinadas por las élites mundialistas,
imposibilita la unificación de la Europa imperial-federal.
De
hecho, la Asamblea de las Regiones de Europa fue creada en 1985 por franceses,
españoles y portugueses, e impulsada posteriormente por los alemanes, que le
insuflaron principios federalistas, regionalistas y etnistas. Resulta curioso
comprobar cómo, en la mayoría de los atlas y mapas publicados y diseñados sobre
el tema, sea sobre la Europa de las etnias, de los pueblos o de las regiones,
difundidos por las instituciones, partidos o asociaciones constituidos ad hoc, se procede a la división étnica
(o etnolingüística) de los grandes Estados nacionales como Francia, España y
Gran Bretaña (algo menos Italia), mientras que Alemania, como ya hemos dicho,
no sólo conserva su ámbito territorial, sino que éste se incrementa con los
territorios germanófonos de otros países europeos. ¿Dónde están los bávaros,
austríacos, sajones, suabos, prusianos, turingios, renanos, alsacianos,
westfalianos, pomeranios y demás etnias alemanas?
Los
independentismos y separatismos étnicos se encuentran ocultos en la forma
actual de regionalización de Europa. Su objetivo es extenderse a todos los
países miembros. La adhesión a la Unión europea no es un medio para la
emancipación de los pueblos del continente, sino, al contrario, para su
fragmentación y desmembramiento. La regionalización, presentada como un medio
de aproximar a los ciudadanos a los entes decisorios, no sería sino un
artificio para impedir el resurgimiento de Europa como una potencia continental,
operación que interesa, sobre todo, a los Estados Unidos, pero también a sus
aliados europeos en el establecimiento de la mundialización, Gran Bretaña y
Alemania.
El
objetivo de la regionalización es la transferencia del poder político hacia las
regiones, creando Estados-región, con autonomías políticas y competencias
materiales cada vez más amplias en las cuestiones que atañen a la
administración, la hacienda, la justicia, la sanidad, la seguridad, la
educación, la política lingüística... Estas instancias políticas regionales
tratarían directamente con las supranacionales de Bruselas, eludiendo la
autoridad nacional, mediante poderes fácticos y lobbies financieros, presentes tanto en Bruselas como en Cataluña,
Euskadi, Flandes, Bretaña o Lombardía. Pero el problema no son los Estados
nacionales ni las Regiones étnicas. El problema está en las oligarquías
neoliberales transnacionales y la extrema izquierda postmarxista: una
“cleptocracia” que practica el nepotismo y el clientelismo y alimenta el
sentimiento antinacional. Las naciones y, sobre todo, las etnias, por su propia
debilidad, estarían totalmente indefensas ante los poderes supra y
transnacionales del universo neoliberal globalizado.
En
definitiva, se trata de la creación artificial de unos micro-Estados-nación de
base étnica, lingüística y territorial (regional): se propugna la
desvinculación de las comunidades regionales del histórico Estado-nación que
las contiene, y todo para diluirse después en un macro-Estado europeo. Se
produce, así, una evidente y flagrante contradicción: las comunidades étnicas
intentan acabar con el Estado-nación al que pertenecen, para constituir, a
continuación, su propio Estado-nación y reproducir así, a escala más reducida,
los propios inconvenientes de aquel, y terminar finalmente, por integrarse en
un aparato burocrático mucho más absorbente como es el de Bruselas.
¿Qué
ventajas tiene este doble juego para las etnias europeas o naciones sin Estado?
La Unión europea, por ejemplo, sustrae muchas más competencias a los Estados-nación
miembros de las que éstos retienen a sus regiones, especialmente en los Estados
descentralizados territorialmente (federados o autonómicos), en los que se
produce un retorno competencial (devolución) en favor de las regiones y no una
sustracción como sucede con las entidades supranacionales. Se dirá que la Unión
europea no es el Imperio europeo que deseamos, pero mientras éste no tenga una
forma definida (hoy, qué duda cabe, no deja de ser un proyecto utópico) y no
exista un sistema capaz de articular armoniosamente la Europa de los “tres
círculos”, no podemos dejar de alertar sobre el peligro de burocratización,
desdemocratización y mercantilización de los “grandes espacios” en la era de la
mundialización.
No
apoyamos una “revolución etnorregionalista”, sino una auténtica unión
continental, imperial y europea, estructurada en los tres niveles citados, que
se oponga firmemente al proceso de mundialización y retorne a la dinámica de la
civilización. Más que hablar de autodeterminación de las etnias europeas
respecto a sus Estados-nación, nosotros preferimos hablar de independencia, de
independencia de los pueblos europeos respecto a los Estados Unidos de América,
a la Unión Europea y al Nuevo Orden Mundial.