Rafael Sánchez Saus es doctor en Historia
por la Universidad Complutense y catedrático de Historia Medieval en la de
Cádiz. Es académico de número de la Real Academia Hispano Americana de Cádiz,
de la que fue director, y correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Especialista en la Baja Edad Media española, ha publicado una docena de libros
y más de cien obras de investigación sobre ese período. Una de sus principales
líneas de trabajo ha sido el estudio de las relaciones entre cristianos y
musulmanes en la frontera hispánica. Ha publicado el interesante libro Al-Ándalus y la cruz. La invasión musulmana
de Hispania.
El historiador Rafael Sánchez Saus afirma
que los musulmanes que sometieron la Hispania visigótica, Al-Ándalus,
implantaron un «régimen perverso» para «la humillación continúa» de judíos y,
particularmente, cristianos. Ese régimen perduró siglos y «quienes ponen a
al-Ándalus como ejemplo de tolerancia lo que hacen es una manipulación brutal
en términos históricos», según Sánchez Saus, autor de Al-Ándalus y la Cruz.
El dominio «ejercido por una pequeña
minoría de guerreros musulmanes orientales y norteafricanos» sobre una mayoría
de cristianos autóctonos supuso «el sometimiento político, religioso y la
inferioridad jurídica y moral» de los cristianos sometidos mediante ese
«régimen perverso» que los mantenía discriminados en todos los órdenes sociales
y ámbitos de la vida cotidiana.
«Toda la legislación, cualquier disposición
y el espíritu de las normas» tendían someter dejando patente «la humillación,
la debilidad y la derrota» de los cristianos, que tenían que pagar impuestos
superiores, mientras que las multas por las mismas infracciones eran la mitad
de cuantiosas para los musulmanes.
Entre otros ejemplos, el historiador ha
puesto que un cristiano que matara a un musulmán, incluso en defensa propia,
era indefectiblemente condenado a muerte ‒no así al contrario; que el
testimonio de un cristiano contra un musulmán no valía ante un tribunal; que un
cristiano había de levantarse si entraba un musulmán y sólo podía pasarle por
el lado izquierdo, considerado maldito. Igualmente, un cristiano no podía
montar a caballo en presencia de un musulmán, ni podía tener servidumbre
musulmana, ni la casa de un cristiano podía ser más alta que la de un musulmán
hasta el punto de, en ese caso, tener que demoler el piso superior.
Ese «régimen perverso» se mantuvo en la
Península durante siglos, por lo que el historiador ha afirmado que «la
realidad de la vida de los cristianos en al-Ándalus poco o nada tiene que ver
con las ensoñaciones interesadas que nutren un mito construido a costa de la
verdad histórica».
Sánchez Saus refuta ensoñaciones
fantasiosas sobre falsas edades de paz y tolerancia en la España musulmana
medieval. Como ejemplo «arquetípico, casi risible» de esas ensoñaciones,
Sánchez Saus ha puesto las efectuadas por el escritor Antonio Gala, que, como
otras semejantes, ha achacado a «un déficit de identificación de los españoles
con su propio país» y a un intento de buscar en un periodo histórico idealizado
«todo lo que le falta a España y a su cultura», por ejemplo, en materia de
tolerancia sexual. «No hay libertad sexual en el islam ni la ha habido nunca» y
en al-Ándalus «lo que hubo fue la utilización de la mujer o de un joven en
beneficio de quien imponía las normas», ha concluido.
Sánchez Saus explica en Al-Ándalus y la Cruz que, aunque las
ventajas ofrecidas a los conversos al islam llevaron a numerosos cristianos a
la apostasía, otros muchos optaron por la emigración pese a lo cual, hacia el
año 950, la Península era mayoritariamente cristiana. Dos siglos más tarde esa
cristiandad hispánica se había desintegrado por la inmersión en la cultura
árabe y por la persecución declarada contra ella por almorávides y almohades.
«Habrá musulmanes que puedan sentir que
aquella construcción que fue al-Ándalus ‒una construcción que desapareció igual
que se creó‒ forma parte de su patrimonio cultural; otra cosa es deducir de ese
periodo histórico algún derecho sobre la España actual», ha concluido
Antes que nada, permítame preguntarle si es
cierto que en un hadiz (comentario o tradición acerca de Mahoma), este profeta
dice que se había de conquistar Al-Ándalus y quienes murieran en ese empeño
ascenderían como mártires al Paraíso Por otro lado, ¿cambia radicalmente Mahoma
cuando está en Medina y de alguna manera llega a legitimar el atentado
terrorista, la yihad y la tortura contra los disidentes y los dimníes (cristianos –mozárabes- y judíos
que vivían en territorios gobernados por los árabes)?
Es muy dudoso que Mahoma hablara de
al-Ándalus en ningún momento, pero tradiciones posteriores pusieron en sus
labios una frase que dice más o menos así: “A mi muerte se conquistará una isla
situada en el Magreb llamada al-Ándalus; el que viva allí vivirá feliz y el que
muera morirá mártir”. Es evidente que esta supuesta sentencia del Profeta se
hace eco de la experiencia islámica posterior sobre la dureza de la guerra
contra los cristianos en al-Ándalus.
Mahoma se convierte en Medina en un jefe
político y militar, responsable de la construcción del primer Estado islámico.
Para ello emplea todo género de métodos violentos contra quienes se le oponen,
como no dejaban de hacer los distintos poderes de esa época y esa región. El
problema tal vez esté en que esos métodos, que permiten la eclosión del islam
como algo que desde el principio es más y otra cosa distinta a una mera
religión, han quedado consagrados y justificados nada menos que por la persona
y la acción del Profeta.
¿Tienen alguna base histórica los que afirman
(Olagüe y González Ferrín, frente a Guichard y la mayoría) que realmente no se
produjo una invasión islámica en Occidente?
No hay ninguna base histórica para las
tesis negacionistas. La gran obra reciente de Luis A. García Moreno, de la Real
Academia de la Historia, sobre la conquista árabe de España no permite la menor
duda al respecto.
¿Cuál fue la causa decisiva de la
invasión musulmana: la decadencia moral de la sociedad visigoda, la debilidad
de su ejército y política, la traición de D. Julián ‒gobernante de Ceuta‒
proporcionando naves para pasar a la península a los invasores, las desbandadas
de D. Opas y Sisberto del bando de D. Rodrigo, la ambición del botín hispano
por parte del invasor a cambio de vencer al rey visigodo, o todo al mismo
tiempo? ¿se esperaba por parte de los traidores una ayuda puntual y una
retirada posterior de dicha ayuda exterior?
Como se explica en mi libro, la conquista
árabe fue fruto de un conjunto de circunstancias coyunturales y causas
estructurales. Entre las primeras, la más importante fue el estado de guerra
civil entre distintas facciones visigodas, una de las cuales propició la
entrada de los ejércitos musulmanes, en los que pensaba apoyarse. Parece que,
en efecto, esperaba que los árabes se conformaran con la obtención de un botín.
Por otra parte, el reino visigodo atravesaba dificultades más hondas, de
carácter social y económico, que lo habían debilitado, pero esto estaba
ocurriendo por entonces en todo el Mediterráneo. Pero la principal, según creo,
fue la decidida agresión de un poder de enorme capacidad militar en plena
expansión en ese momento, capaz de levantar los ejércitos más imponentes y
derrotar a los adversarios más temibles. El reino visigodo hubo de enfrentarse
a la primera potencia militar de la época y fue destruido tras una guerra mucho
más dura y larga de lo que suele creerse.
¿La “nación andalusí” es un mito romántico o hubo
un sentimiento de identidad con el islam de grandes diferencias? ¿Estaban todos
contra todos en comparación con la pretensión unitaria de los reinos cristianos
por la reconquista?
La conquista árabe supuso la desvertebración
territorial, social, institucional y moral de España. Al-Ándalus fue un país
tremendamente conflictivo durante más de dos siglos, ya que se impuso una
minoría musulmana a una población autóctona mayoritariamente cristiana hasta
entrado el siglo X, y una fracción árabe de los musulmanes, aún más
minoritaria, a los bereberes e hispanos islamizados. Hasta bien entrado el
califato (segunda mitad del siglo X) es muy dudoso que haya nada parecido a una
comunidad andalusí, y cuando la edad dorada del califato consiguió dar unidad
al territorio y a sus habitantes, el proceso se hizo en clave orientalizante,
de forma que los andalusíes se sentían y creían árabes, sin apenas vínculos con
la realidad previa de Hispania. Sólo los cristianos o mozárabes mantuvieron
esas viejas señas de identidad hispana, aunque también estaban fuertemente
arabizados. El uso general de la lengua árabe fue determinante en éxito de ese
proceso. En el siglo XI los andalusíes se sentían y expresaban como árabes,
llegando muchos de ellos a inventarse genealogías que los vinculaban con los
más prestigiosos linajes árabes.
¿Hubo en algún momento ‒por parte musulmana me
refiero solamente- alguna voluntad de convivencia pacífica, no de sometimiento
ni apaciguamiento a cambio de botines y esclavos, con los condes y reyes
cristianos?
El mundo islámico en la Edad Media, y
casi hasta nuestros días, daba muy poca importancia a lo que sucedía fuera de
él. Las crónicas andalusíes apenas se refieren a los cristianos de dentro de
al-Ándalus, tampoco a los de fuera más allá de los contactos puramente
políticos y militares. Mientras al-Ándalus fue netamente superior bélicamente a
los reinos cristianos norteños, sus emires y califas nunca se interesaron en
mantener unas relaciones basadas en un trato igualitario e hicieron pesar su
hegemonía muy duramente a unos infieles a los que despreciaban. Luego, cuando
las tornas cambiaron, también tuvieron que hacerlo necesariamente las
relaciones entre los grupos dirigentes. Los régulos de taifas, muy a su pesar,
tuvieron que depender militarmente de los cristianos y pagar muy cara su
permanencia en unas tierras que ocupaban con plena conciencia de que antes
habían sido cristianas y conquistadas por la fuerza. Esa dependencia fue
haciéndose cada vez más odiosa y ello determinó, junto con la agresividad cada
vez mayor de los poderes cristianos, la llamada a los almorávides tras la toma
de Toledo por Alfonso VI en 1085. El dominio de estos marcó en muchos aspectos
el fin del al-Ándalus clásico. Lo que siguió ya nunca tuvo que ver con los
tiempos del califato.
¿Comenzó cronológicamente la reconquista (o idea
consciente por parte de los reinos cristianos de recuperar la Hispania perdida)
al mismo tiempo que la invasión? ¿Podemos decir que duraría desde el 711 con la
batalla de Guadalete hasta la expulsión de los moriscos del 1609 al 1613, y que
siempre hemos tenido en España distintas oleadas de islamismo fundamentalista
en distinto grado e intensidad?
Aunque en los reinos cristianos,
especialmente en Asturias, se desarrolla muy pronto una ideología de respuesta
al islam que buscaba la restauración de la España previa a la conquista árabe,
hay que esperar hasta el siglo XI para que esas ideas encuentren el cauce
adecuado para expresarse y llevarse adelante: la cruzada, que tiene precedentes
en España anteriores a las clásicas de Tierra Santa. Los siglos XII y XIII son
los tiempos del gran impulso reconquistador y cruzado, pero cuando Fernando III
muere en 1252, él está convencido de haber completado la recuperación de
España, ya que Granada era en ese momento un reino vasallo de Castilla. Ya
sabemos que no fue así, pues Granada intentó desde muy pronto salir de esa
situación de dependencia y afirmar su personalidad islámica, muy vinculada ya
por entonces al norte de África tras la berberización
de al-Ándalus que había supuesto la presencia de almorávides y almohades.
Ya sabemos que esa situación se prolongó hasta 1492, pero no me parece adecuado
decir que la reconquista llegó hasta 1609. Sí es cierto que mudéjares y
moriscos se aferraron todo lo que pudieron a su identidad e hicieron todo lo
posible para no ser subsumidos en el conjunto de la población cristiana, pero
desde 1492 no hay ningún poder musulmán en la Península Ibérica.
Por último, deseo preguntarle acerca del legado
cultural original de los musulmanes a la Península. Porque parece ser que tanto
los arcos de herradura (como los de la basílica visigoda de san Vicente, de
Córdoba, convertida luego en mezquita), baños, estructura de las casas,
sistemas de regadío, cultivo… eran elementos de los romanos y conservados por
los godos. ¿O realmente, y sobre todo durante los dos primeros siglos de
invasión, asistimos a uno de los procesos de aculturación, o auténtico declive
cultural, más brutales, despiadados y crueles que conoce la historia de Europa?
¿Consiguen arabizar a los invadidos en una cultura superior que la previa o
incluso los muladíes –musulmanes de origen español- siguieron con la lengua
romance en vez del árabe?
Es cierto que, durante casi ciento
cincuenta años tras la conquista, hubo muy pocas aportaciones de carácter
cultural por parte de los conquistadores árabes y norteafricanos, algo que
también se observa en otros países ocupados por el Imperio árabe. A lo largo de
ese tiempo, los descendientes de los conquistadores y los inmigrantes que nunca
dejaron de afluir estaban claramente por debajo culturalmente de la población
hispanogoda, con la que parece que no tenían mucho contacto, más allá del
necesario para el cobro de impuestos y el mantenimiento del dominio político y
militar, algo en lo que se emplean con temible eficacia y crueldad. Sin
embargo, las cosas empezaron a cambiar con la presencia de los Omeya,
especialmente desde 830 en adelante. Ellos traen las modas y costumbres de
Oriente, entonces en pleno despegue cultural, y apuestan por la construcción de
un Estado islámico sobre la base de la arabización y la islamización progresiva
de la población. Por supuesto, todo intento de resistencia a ese proceso
político, religioso y cultural es aplastado sin contemplaciones, pero la
superioridad del modelo cultural propuesto sobre la herencia visigoda,
totalmente fosilizada y desgastada por el estigma de la derrota, se aprecia en
el hecho de que las élites mozárabes lo adoptaron en buena medida. ■Luis Javier Moxó Soto | Fuente: Catholic.net