La «gran sustitución»
no existe, pero las “migraciones de sustitución” sí. Y, además, son vivamente
recomendadas por todas las instancias supranacionales.
Las cifras no
son las mismas según tomemos los datos proporcionados por la ONU, por el FMI,
por Eurostat ‒el órgano de la Comisión europea encargado de las estadísticas‒ o
por cada uno de los países afectados, pero todas conducen a la misma
conclusión: la población de Europa está en franco declive. Y todavía va a
empeorar. En 2016, la tasa de fecundidad en el conjunto de la Unión europea no
era más que de 1,6 hijos por mujer, insuficiente, simplemente, para renovar la
población. En Italia, sólo era de 1,34 hijos por mujer, y la misma cifra en
España, cayendo también a 1,38 en Portugal y a 1,33 en Grecia. El Viejo
Continente se muere, salvo… salvo que los migrantes vengan a repoblarlo.
En la
“división de población” de la ONU hace tiempo que están estudiando el tema.
Pero las soluciones apuntadas son siempre consideradas desde un punto de vista
económico. En el tránsito de un milenio a otro, el 20 de marzo de 2000, publicó
un estudio titulado… “Migraciones de sustitución: ¿una solución al declive y al
envejecimiento de la población?”, con signos de interrogación que,
evidentemente, eran puro formalismo. Incluso el periódico Libération se hacía eco de ello: “El golpe al viejo mundo
industrializado. La ONU preconiza un recurso masivo a la inmigración para
paliar la bajada de activos”.
La noción de
“migración de sustitución” era también definida: “La migración internacional es
aquella que un país necesita para evitar el declive y el envejecimiento de su
población como resultado de débiles tasas de fecundidad y de mortalidad”. Lo
que sucede, curiosamente, en la mayoría de los países de Europa… En 2000, la
ONU estimaba que, en numerosos casos, “los de Estonia, Bulgaria e Italia”, los
países europeos perderán “entre un cuarto y un tercio de su población de aquí a
2050”. Conclusión: “En ausencia de migración de sustitución, el declive de la
población es inevitable. La fecundidad puede recuperarse un poco en las
próximas décadas, pero raros son los especialistas que consideran que ello
supondrá remontar suficientemente la natalidad para atender el necesario nivel
de repoblación en un futuro previsible”.
Entonces, ¿de
qué volumen de “migración de sustitución” estamos hablando? Varias hipótesis y
escenarios han sido estudiados, pero, para mantener el soporte potencial ‒el
número de personas en edad de trabajar (16-65 años) por cada mayor de 65‒ las
expectativas son escalofriantes: “habrá que esperar volúmenes de inmigración
sin precedentes en el pasado”. ¿Pero cuántos?: 700 millones (sí, ha leído usted
bien) de migrantes para el conjunto de la Unión europea podría ser una cantidad
suficiente (?). “Francia necesitará 93 millones de inmigrantes, es decir, una
media anual de 1,7 millones de personas” (para España se calculan, como mínimo, 34 millones de inmigrantes hasta 2050). ¿Inabordable? En efecto. Quizás por
ello, la ONU matiza su solución: un poco menos de migración (pero demasiada, en
cualquier caso) y una reforma radical, a la baja, del sistema de pensiones.
¿Y qué dice
la Comisión europea? Que “dando por hecho que el número de personas mayores
aumentará a medida que la generación del baby-boom envejece, y suponiendo que
la tasa de fecundidad continúa a un nivel relativamente bajo, se mantendrá el
crecimiento natural negativo de la población. En tal caso, la amplitud de la
contracción o de la expansión de la población de la UE podría depender
largamente de la migración”.
¿Y qué piensa
el FMI? Que, leemos en un estudio dedicado a África, desde un punto de vista
económico, las migraciones podrían ser útiles para el África subsahariana,
igual que para el resto del mundo. El incremento del envío de fondos de los
trabajadores migrantes beneficiaría a los países originarios y las empresas de
los países de acogida se beneficiarían de los flujos de mano de obra frente al
estancamiento o la bajada del número de trabajadores locales. ¡Qué guay! Y
sino, desde un punto de vista cultural, se podría proponer un plan B. ¿Qué tal
tener más hijos, por ejemplo? ■
Fuente: L´Incorrect