Ucrania,
Macedonia, Georgia, Kirguizistán… Entre 2000 y 2006, estos países fueron
atravesados por revoluciones increíblemente similares en su evolución. ¿Azar o
coincidencia? Algunos responden: Soros.
Hay que decir, ante la vaguedad de esta
contestación, que ricas fundaciones políticas fueron instaladas en estos
países, por las que pasaron numerosos jóvenes revolucionarios europeos. Estas
fundaciones tienen como punto común el hablar de libertad de prensa, de democracia
y de liberalismo. Todas tienen también una fuente común de financiación: la Open Society de Georges Soros. Este
último siempre está relacionado directamente con las tentativas de
derrocamiento de estos gobiernos.
Soros
sueña con un mundo sin fronteras, sin particularidades, uniformemente gobernado
por la economía más que por la política. Su proyecto es ambicioso, sus medios
considerables. No para de verter dinero para promocionar una “sociedad abierta”
en toda Europa, uno de sus terrenos de juego favoritos. Su nombre está en todas
partes, como su dinero: en todos los grandes debates de la sociedad que se
producen en el continente, desde la plaza Maidán a las manifestaciones
proaborto irlandesas pasando por el Brexit. Muy activo durante la campaña del refrendo
británico, Soros no ha renunciado, sin embargo, a impedir la salida del Reino
Unido de la Unión europea. El diario The
Daily Telegraph revelaba que el millardario participaba en “un complot
secreto para contrarrestar el Brexit”. Para la causa, en particular, una
donación de 400.000 libras concedida a la asociación Best por Britain que milita contra la salida de la Unión europea.
En
lugar de considerar al Daesh como un peligro realmente preocupante, el viejo
hombre se pone en guardia contra el ascenso potencial del “nacionalismo” en
Europa. Para combatirlo, él apela a la democracia abierta. Una democracia que
no debería confundirse con el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos:
Soros no la concibe como el plebiscito popular de la sociedad que él promete.
Nada más lejos.
Para
implementarla, el pueblo debe haberse convertido, previamente, a la “apertura”.
Y ninguna batalla para conseguirlo es demasiado pequeña para Soros. A título de
ejemplo, su fundación no ha dudado en financiar, con más de 86.000 dólares, una
conferencia organizada por el Instituto francés de relaciones internacionales
el pasado febrero de 2018, con el tema siguiente: “2017, ¿qué políticas de
inmigración, de asilo y de ciudadanía en Francia?” Soros no organiza las
revoluciones, las prepara.
Islam
e inmigración son dos de sus instrumentos favoritos, pero no son los únicos. En
algunos países, anuncia su visión del liberalismo. En otros, su visión de la
ciudadanía. En otros, en fin, el derecho de las mujeres… Es lo que revelaba el
plan de acción publicado en 2016 después de una filtración de documentos de su
fundación. El primer objetivo es Irlanda, país identificado como católico y
conservador, que podría así “tener un impacto sobre otros países fuertemente
católicos de Europa, como Polonia, proporcionando así la necesaria prueba de
que el cambio es posible, incluso en los lugares más conservadores".
Enemigo público número uno en
Hungría
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Sus
técnicas de acción no varían: una amplia financiación es atribuida a las
asociaciones que operan ya con estas intenciones, ya sea en favor del aborto,
ya sea por los derechos de las mujeres a disponer de su propio cuerpo… El
proyecto político de Georges Soros es, además, compartido por numerosas
personas, pero también combatido por otros muchos, especialmente en Europa. En
Francia, Soros no pasa desapercibido. En Hungría, mucho menos.
Viktor
Orbán volvió a ser elegido en las elecciones húngaras, contando con el apoyo de
las dos terceras partes de los diputados de la Dieta. Hacer de Georges Soros el
enemigo número uno de su país no ha impedido al presidente del Fidesz seducir a la mayoría del
electorado magiar. Antes al contrario. En las paradas del autobús y en los
anuncios televisivos, pasando por los cuestionarios enviados a todo el país, el
nombre del millardario está asociado a las amenazas que el gobierno húngaro
promete combatir. Con el nuevo Parlamento, el proyecto de ley “Stop Soros”
podría ser aprobado rápidamente. El primer objetivo de esta ley son las ONG
financiadas por los tentáculos sorosianos. Ya en el último año, el gobierno
húngaro obligó a las ONG beneficiarias de más de 24.000 euros de fondos
extranjeros a proporcionar una lista de sus apoyos económicos y a anunciarse
ante el público como “beneficiarias de financiación extranjera”. Ahora, se
espera imponer una tasa del 25% a aquellas que reciban más dinero extranjero
que nacional y someter sus actividades a una previa autorización del ministerio
del interior.
En
cualquier caso, Georges Soros no es el único millardario en utilizar las ONG
con fines políticos e ideológicos. Si el proyecto de ley anterior lleva su
nombre es porque sus inversiones financieras masivas se han convertido en todo
un símbolo. Sin duda, porque la red de organizaciones que él financia persiguen
objetivos eminentemente diferentes de los que dicen perseguir y apoyan
indirectamente proyectos a los que dicen oponerse. En Hungría, en Irlanda o
entre los partidarios del Brexit, esto ya no se le escapa a nadie. ■
Fuente: Valeurs actuelles