La teoría de la «gran sustitución», nuevo socialismo de los identitarios, por Alain Cohen-Dumouchel


Pocos han leído la obra de Renaud Camus, pero una parte de su ideología es relatada y retransmitida en todo el mundo. 

La noción de la Gran Sustitución, según la cual la identidad cultural de Europa estaría amenazada por una invasión africana musulmana, ha pasado a formar parte de los grandes relatos de principios de este siglo. Durante mucho tiempo circunscrita a los medios de la derecha radical europea, hoy alcanza a todas las esferas de la intelligentsia identitaria.

Un tema propicio en las elecciones europeas

Aprovechando la movilización de la Agrupación Nacional, cuya ideología es claramente tan socialista como nacional, las elecciones europeas fueron la ocasión, para los partidos y grupúsculos identitarios, de hacer escuchar su voz.

Renaud Camus, el ideólogo de la Gran Sustitución fue, temporalmente, el cabeza de lista de “La línea clara”, que llamaba a la “remigración”, es decir, al retorno de los inmigrantes a sus países de origen.

La “Lista de la Reconquista”, de Laurent Vauclin, intentó también reunir a los grupúsculos de la derecha radical sobre el mismo tema.

Florian Philippot, antiguo brazo derecho de Marine Le Pen, presentó una lista en alianza con parte de los “chalecos amarillos” preocupados por la influencia de la inmigración sobre su poder adquisitivo y nivel de vida.

En fin, en una distancia equidistante, Nicolas Dupont-Aignan intenta sobrevivir políticamente con un posicionamiento soberanista moderada para hacer olvidar su triste alianza con el antiguo Frente Nacional.

De la inmigración salvaje a la «gran sustitución»

Este entramado heterogéneo en sus objetivos y en sus alianzas está globalmente influido por la teoría de la Gran Sustitución que ha "sustituido" progresivamente (valga la redundancia), al recurrente tema de la inmigración salvaje tan querida por el Frente Nacional.

No se trata aquí ya de una inmigración individual y desordenada, de una inmigración oportunista en la cual cada individuo toma la decisión racional para garantizarse el futuro. No, la Gran Sustitución sería un plan concertado por una civilización distinta, en esta ocasión la musulmana, para tomar al asalto a otra civilización más débil, menos organizada, más ingenua: la civilización occidental que se deja invadir sin resistencia.

Incluso personalidades con una audiencia más amplia, como Michel Onfray y Michel Houellebecq, con sus obras Decadencia y Sumisión, respectivamente, se han adherido a esta visión de una civilización musulmana voluntarista, centrada sobre sus valores, frente a un mundo occidental decadente e incapaz de organizarse para resistir a la invasión.

El islamismo radical, una violenta reacción contra la sociedad de librecambio

El islamismo podría ser visto como una violenta reacción de grupos humanos que sienten que su civilización está siendo amenazada. La economía de mercado y la sociedad abierta, comerciante, mercantilizada y mundializada, ataca a las viejas civilizaciones interiores y cerradas.

Porque los jóvenes quieren consumir, tener teléfonos portátiles, vestir ropa de marca… en todos los dominios, ellos se adhieren masivamente a las preferencias de vida y las técnicas que podemos llamar “occidentales”, pues también tienen debilidades humanas. Las redes sociales e internet aceleran la difusión de estos valores y precipitan el inevitable declive del islam en tanto que gran ordenador de la vida cotidiana. Los islamistas se sienten atacados, pero la agresión que experimentan no viene del exterior, sino del interior, del corazón mismo de su sociedad. En este sentido, el islamismo radical podría verse como una violenta reacción contra la sociedad de libre elección y de libre comercio, igual que lo fue el comunismo, sus crímenes y sus millones de muertos.

Mucho antes que los teóricos de la «gran sustitución», los socialistas también echaron mano de una teoría del complot para intentar explicar la mutación liberal del siglo XIX: para ello, recurrieron a la revolución burguesa, al capitalismo y a la conciencia de clase, en un intento por modelizar lo que para ellos era impensable: una revolución individualista sin dirigentes. Pero la mutación liberal se extendió por todo el mundo de forma sistémica, cambiando el Occidente cristiano, primero, Asia, después, y dentro de un tiempo África. Esta gran ola liberal ha producido beneficios, no cabe duda, pero también grandes estragos. Los liberales confían, no obstante, en que el islam totalitario, que quiere pautar la vida y las preocupaciones de los individuos, también perderá la batalla, y esto es algo que presienten los representantes del islam tradicional, lo que provoca sus violentas y desesperadas reacciones.

Pero esta “derrota” anunciada del islam es impensable para los intelectuales antiliberales como Renaud Camus, Michel Onfray, Michel Houellebecq o Alain Finkielkraut. Este último, en su intento por desencriptar la novela Sumisión, afirmaba: «El islam es hoy una posición de fuerza, demográfica e ideológicamente se puede hablar de un gran dinamismo del islam».

El islamismo y sus manifestaciones sobre suelo europeo son, evidentemente, graves fenómenos que no deben minimizarse, como tampoco debieron minimizarse los peligros del comunismo. Entonces, creer que se podía combatir el comunismo enviando a todos los comunistas y compañeros de viaje a la Unión soviética y a la China popular, santuarizando al mismo tiempo el Occidente liberal, hubiera sido un error monumental. Y quizás suceda lo mismo respecto al islam. Fuente: Contrapoints