Desde la creación de Vox en 2014, Santiago Abascal lo ha
convertido en la tercera fuerza política del país. El jefe de Vox ha tomado el
relevo de la derecha gracias a un discurso sin concesiones sobre la identidad,
el islam y la mundialización. A continuación, la entrevista realizada a quien
ha resucitado a la derecha española, por la prestigiosa revista francesa Valeurs Actuelles.
Emmanuel Macron defiende,
especialmente sobre la cuestión migratoria, la necesidad de la Unión europea.
Usted reivindica, por el contrario, la soberanía nacional y el control de las
fronteras, especialmente en Gibraltar y en los enclaves españoles en Marruecos.
El nivel nacional ¿es el óptimo para gestionar el problema de la inmigración?
El primer paso para resolver la cuestión migratoria es
respetar la soberanía nacional y, por consiguiente, las fronteras. La Unión
europea impone, desde hace décadas, políticas migratorias desconectadas de la
realidad y de las necesidades de los países miembros. Toda nación tiene la
autoridad para decidir quién entra en su territorio.
Las corrientes mundialistas han promovido una sociedad
multicultural que ha fracasado y ha empobrecido la vida de los ciudadanos en
todos los campos: social, cultural y económico. Hoy, las mujeres europeas no
pueden pasear libremente por los barros periféricos de capitales como París,
Londres, Bruselas, etc. En España, todavía no hemos llegado a una situación tan
dramática, pero es solo una cuestión de tiempo si no adoptamos las medidas
adecuadas.
Por tanto, en Vos defendemos una inmigración legal, ordenada
y asimilable. Exactamente lo contrario de lo que hacen, desde hace décadas, las
élites mundialistas.
Usted critica a
Macron, “presidente mundialista” y defiende la identidad española. ¿Por qué
esta elección en la hora de la mundialización?
El mundialista persigue la disolución de los Estados-nación
a fin de reforzar las bases de un nuevo orden mundial, en el que las decisiones
son tomadas en detrimento de los intereses nacionales, es decir, de una forma
antidemocrática que ignora la soberanía nacional. Corresponde a los españoles
elegir el futuro de España, como a los franceses decidir el futuro de Francia.
Siempre nos opondremos a los proyectos totalitarios que obliguen a los
ciudadanos a pensar de una cierta manera, que los obliguen a destruir sus
raíces y sus culturas. Los españoles no nos han elegido para que nos ocupemos
de los intereses de los países vecinos, sino para que aportemos soluciones a
nuestros propios problemas. A algunos dirigentes les iría mucho mejor si
defendieran a sus ciudadanos en lugar de los intereses de los oligarcas.
Se han registrado en
Francia más de mil actos anticristianos durante el año 2018, entre ellas,
muchas profanaciones de iglesias. La defensa de la civilización cristiana ¿es
una prioridad para Europa occidental?
Sin ninguna duda, así debería ser. Europa no puede ser
comprendida sin sus raíces cristianas. El inicio del declive de la Unión
europea, en 2002, coincida con la exclusión y la marginación del cristianismo
en la Constitución europea. Como dijo Juan Pablo II, “el cristianismo ha
contribuido a la formación de una conciencia común de los pueblos europeos y ha
ofrecido una importante aportación a la construcción de su civilización”. Hoy,
la religión cristiana es la más perseguida del mundo, ante el silencio cómplice
de las oligarquías.
“España se construye
contra el islam”, repite usted frecuentemente. ¿En qué medida es pertinente
esta afirmación en el actual contexto de España y de Europa en general?
No se trata de una cuestión de pertinencia o de contexto,
sino de una realidad histórica. Es incluso más cierto para España que, como
señaló el filósofo Julián Marías, todavía es más europea que el resto de las
naciones. En efecto, las otras naciones son europeas porque ellas no lo han
elegido, mientras que España decidió ser europea expulsando al islam.
Por otra parte, sobre el tema del contexto del que usted
habla, evocar la Reconquista es más que oportuno. Es suficiente mirar en qué
situación se encuentran los barrios periféricos franceses en los que la
comunidad islámica ha proliferado: discriminación de la mujer, persecución de
los homosexuales y aumento de los crímenes sexuales.
Vox ha progresado con
fuerza en los sondeos y en las urnas en el momento de la exhumación de Franco
por el gobierno. ¿Por qué se opone a esta exhumación?
Frente a una izquierda social-comunista que quiere enfrentar
a los españoles, nosotros defendemos la reconciliación nacional de las generaciones
anteriores. No podemos exhumar un fallecido sin el consentimiento de su
familia. Esto ha establecido un terrible precedente: cualquier gobierno podrá
exhumar a los muertos en función de sus fobias ideológicas. Quieren que,
habiendo firmado la paz los abuelos, los nietos hagan la guerra. Se trata de
una irresponsabilidad absoluta, además de una tentativa para ocultar el pasado
totalitario de los partidos más antiguos de España: el Partido socialista, el
Partido comunista y el Partido nacionalista vasco.
Su partido obtiene
buenos resultados en la España rural. ¿Cómo analiza este éxito?
En España, la Unión europea ha generado el desmantelamiento
de su tejido industrial, favoreciendo la deslocalización y el empobrecimiento
de las regiones periféricas, así como una bajada de los salarios bajo el efecto
de las sucesivas oleadas migratorias, todo ello también con la firma de los
grandes tratados comerciales que todavía destruyen más nuestra industria y el
mundo rural. La izquierda no defiende a los trabajadores, porque se centra en
la aplicación del programa de las élites mundialistas y progresistas que están
al mando de la Unión europea. Por ejemplo, en España, el Partido socialista ha
lanzado una cruzada contra la industria automovilística, de la que depende el 15%
de nuestra economía.
Vox se presenta como
un defensor de la España católica, pero la aplicación de la mayoría de sus
propuestas sería fuertemente criticada por el Papa Francisco, quien ha tenido
palabras muy duras contra Matteo Salvini en Italia. ¿Cómo explica usted todo
esto?
El Papa Francisco es una referencia espiritual para los
católicos cuando actúa como cabeza visible de la Iglesia católica, y Jorge
Bergoglio es un ciudadano argentino con opiniones respetables cuando entra de
lleno, como hace con frecuencia, en asuntos políticos discutibles que no
pertenecen a la fe católica y que afectan de una forma clara a la convivencia y
la soberanía de las naciones, como el el derecho que la Iglesia debe reconocer
a las naciones para decidir cuántos inmigrantes y cómo deben ser acogidos.
En cualquier caso, Vox no defiende una religión. Nosotros
defendemos las raíces cristianas en tanto que columna vertebral de España y de
Europa. España no es una nación laica, nuestra Constitución nos define como un
Estado aconfesional. Vox no se identifica con una religión específica y no
cuestionamos a nuestros simpatizantes y responsables públicos en este tema. Vox
es, ante todo, un proyecto político.
Usted aboga por la
prohibición de los partidos separatistas. ¿Qué diferencia hace usted entre su voluntad de defender la identidad española en la mundialización y la de
los independentistas de emanciparse reivindicando su identidad regional?
La existencia de partidos separatistas es una anomalía
democrática que no se produce en los países vecinos. Los españoles no pueden
financiar a todos aquellos que buscan dinamitar su integridad territorial,
hacer saltar en pedazos su soberanía y mofarse de sus derechos y libertades.
Cataluña sin España no es Cataluña, y el problema existente ha sido creado por
los partidos separatistas y la inacción de los sucesivos gobiernos.
El mundialismo quiere liquidar el Estado-nación y para ello
lamina las soberanías nacionales y apoya a los movimientos separatistas que
persiguen el mismo objetivo que en Cataluña, donde los políticos separatistas
promueven la religión islámica a la vez que expulsan a los inmigrantes
hispanos.
En su programa
encontramos una medida consistente en hacer prevalecer la primacía de la
Constitución española sobre el derecho comunitario de la Unión europea. ¿Esto
es importante?
En Vox no retrocedemos en la defensa de nuestra soberanía y
de nuestro sistema jurídico. España es una nación soberana que debe ser
respetada por la Unión europea y por los socios europeos. Sentencias como la
del Tribunal de Justicia de la UE relativa al golpista Oriol Junqueras (que le
reconocía la inmunidad por haber sido elegido diputado europeo), condenado por
sedición a trece años de prisión, son una razón más que suficiente para hacer
prevalecer nuestra Constitución y nuestro Código penal sobre el derecho
comunitario de la UE.
Los tribunales supranacionales obligan a España a excarcelar
a terroristas y criminales sexuales que, una vez en la calle, vuelven a atacar
a las mujeres. Nosotros consideramos que los políticos españoles que obedecen a
los tribunales supranacionales son corresponsables de estos crímenes. Por otra
parte, hay naciones, teóricamente aliadas de España, que cuestionan nuestra
justicia y rechazar entregar a los golpistas y los terroristas. Es el caso de
Bélgica, por ejemplo, que no solo protege a los golpistas, sino que rechaza la
entrega de un terrorista, por lo que ha sido condenada por Estrasburgo. Y soy
demasiado generoso hablando de Bélgica como un país.
Si usted llega al
poder, ¿conduciría su política en el marco de la pertenencia a la Unión
europea, respecto a los tratados que obligan a sus miembros (particularmente,
la Convención europea de derechos humanos)?
Nuestro principal compromiso es la defensa de los intereses
de España en Europa. Todas las decisiones de Vox están basadas en el sistema
jurídicos español, en tanto que Estado de pleno derecho. Nosotros siempre
respetaremos los procedimientos establecidos en la Unión europea para ejercer nuestro
legítimo derecho a estar en desacuerdo con la doctrina oficial. El problema es
la deriva totalitaria de la UE. Trabajamos para liberarla y para que sea fiel
al espíritu de los “padres fundadores”. Es decir, una unión de naciones
soberanas que cooperan libremente y en condiciones de igualdad. Existen barrios
en Bruselas donde reina la ley islámica, así que no pueden darnos lecciones
sobre derechos humanos.
Vox critica el
“feminismo supremacista”, reclama la supresión del derecho al aborto y la eliminación
de las cuotas en las listas electorales. ¿Cuál es la razón de este
“antifeminismo”?
No voy a pronunciarme sobre estas etiquetas. En Vox
defendemos la igualdad frente a un feminismo radical que promueve la guerra
civil entre los sexos. De hecho, todas las mujeres que osan oponerse al
discurso establecido son denunciadas y perseguidas.
El aborto es un drama y un fracaso de nuestra sociedad.
Defender el derecho a la vida es una obligación. Nosotros reclamamos, para las
mujeres, la información, la asistencia y varias alternativas.
Usted defiende
también la supresión de la ley contra la “violencia de género”, frecuentemente
presentada en Francia como un ejemplo a seguir, puesto que parece lograr
resultados en la protección de las mujeres españolas. ¿Qué les molesta
concretamente de este texto legal?
Se trata de una ley anticonstitucional que viola el
principio de igualdad de todos los españoles ante la ley y los criminaliza por
su sexo. Los depositarios de los derechos son las personas, sin distinción de
su raza, su sexo y su orientación sexual. La ley ha sido aprobada gracias a las
presiones sociales ejercidas por el gobierno socialista sobre el Tribunal
Constitucional, como ha reconocido Alfonso Guerra, histórico socialista y
antiguo vicepresidente del gobierno socialista de Felipe González.
La ley contra la violencia de género es un fracaso y no
protege a las mujeres; en 2019 se produjeron más muertes de mujeres que en
2018. En Vox defendemos una ley para luchar contra las violencias domésticas que
proteja de forma igualitaria a todos los miembros de la familia: hombres,
mujeres, niños, ancianos.
Además, somos la única formación política en defender la
prisión permanente para los criminales sexuales y los asesinos. Si hay
violadores reincidentes en las calles es por los defectos de la legislación
izquierdista y las imposiciones de Estrasburgo.
Usted decidió
separarse del partido de la derecha tradicional, el Partido popular, al que
pertenecía desde sus inicios en la política, para crear Vox y liberarse de lo
políticamente correcto y de la tiranía mediática. En Francia, la derecha
tradicional rechaza categóricamente cualquier alianza con la Reagrupación
Nacional de Marine Le Pen, a la que usted está bastante próximo. Vox o RN,
¿pueden ganar sin alianzas?
No sé lo que nos reserva el futuro. Pero os puede decir que
Vox no firmará nunca acuerdos contrarios a sus convicciones. No hay cargo ni
sillón que nos lleve a traicionar nuestra ideología política y a los casi
cuatro millones de españoles que nos apoyaron. Contrariamente a otros partidos,
que cambian sus discursos en función de los sondeos, nosotros aspiramos a estar
a la cabeza de la sociedad española.
Usted no reniega de
su inspiración en el itinerario y el discurso de Donald Trump, Jair Bolsonaro o
Matteo Salvini. ¿Se considera un “populista”?
Mi mayor fuente de inspiración es mi padre. Nosotros
observamos con interés y simpatía a todos los movimientos que defienden la
soberanía de su país y se rebelan contra las élites progresistas. Esto no
implica que estemos de acuerdo en todo. Me considero un español que ama a su
patria. Si esto es ser populista, entonces tratadme de populista.
¿Qué análisis hace
usted de la victoria de Boris Johnson, cuyo partido agonizaba y, en algunos
meses, logró una sorprendente victoria en Gran Bretaña defendiendo la línea "Get Brexit done"?
Nosotros respetamos la decisión soberana del pueblo
británico. Sin embargo, no hay que olvidar que los dirigentes británicos han
sido defensores entusiastas de las sucesivas oleadas migratorias llevadas a
cabo por la Unión europea. Una prueba del desarraigo generado por la UE es la
victoria de los conservadores bajo el eslogan "Get Brexit done" en los feudos tradicionales del laborismo.
Nosotros trabajamos por una Unión europea a la que todas las
naciones quieran pertenecer. Un club, como repito en todo momento, de naciones
soberanas que cooperan libremente en condiciones de igualdad, contrariamente a
lo que promueven con obstinación los oligarcas de Bruselas: una especie de pacto
de Varsovia donde los disidentes son perseguidos. ■ Fuente: Valeurs
Actuelles (nº 4339, del 23 al 29 de enero de 2020)