Un artículo
de Figaro Magazine ha osado publicar
una lista de intelectuales y políticos sospechosos de hacer el juego, directa o
indirectamente, al proyecto de islamización de Francia, tanto a nivel cultural
como a nivel político-religioso.
Desde hace ya varios años, cada campo político
elabora una lista muy exhaustiva de los adversarios que pretende demonizar, en
la más pura tradición soviética. Sin duda: el clima intelectual es “nauseabundo”.
En dicho artículo, se trataba de demostrar que una pretendida “fachosfera”,
denunciada por los politólogos de izquierda y constituida por nombres ilustres
como Eric Zemmour, Michel Onfray, Alain Finkielkraut, Renaud Camus, Robert
Ménard y Elisabeth Lévy, no es, en realidad, más que un contrapeso ideológico,
por no decir una simple reacción, frente a lo que podría llamarse la
“islamosfera”.
¿Quién es el enemigo?
En esta
perspectiva, conviene saber identificar al enemigo: tanto los que “no eran Charlie”,
tras el atentado del 7 de enero de 2015, como los que no se escandalizaron
suficientemente por el ataque al hipermercado Cacher de Vincennes sobrevenido
dos días después. En definitiva, “los tontos útiles” de la islamización de
Francia son tan numerosos que una lista, aunque con pretensión exhaustiva,
nunca será suficiente para nombrarlos a todos. Para esta gente, la islamización
del territorio francés debe producirse sobre la base de la victimización de las
minorías musulmanas a causa de la lejana colonización realizada por Francia,
sobre el continente africano principalmente. Pese a todo, conviene intentar ver
de quién se habla en el clima intelectual actual: Edwy Plenel, Pascal Boniface,
François Burgat, Alain Gresh, Alain Soral, Christiane Taubira, Danièle Obono; y
esto, sin olvidar a los gurús de los llamados barrios "populares",
como Tariq Ramadan y Houria Bouteldja. Hay que decirlo con franqueza: lo
esencial, para nosotros, no está ahí. Lo principal es la ideología, no los
individuos.
Miseria del economicismo
Según el
orden filosófico, se trata siempre de manifestar con precisión las
articulaciones de un orden ideológico. Lo primero que hay que decir es que el
islam ha venido a llenar "los barrios" de un empobrecimiento
espiritual inherente al enriquecimiento material e individual. Los centros
urbanos se han enriquecido, los suburbios y las zonas periféricas se han
empobrecido. De ahí nació un proyecto “economicista” compartido por la
izquierda rocardiana y la derecha orleanista. El credo de este proyecto social
es sencillo: “Hagamos dinero, no la guerra”. Esta ideología no es nada más que
el resultado del pensamiento sesentayochista más descarriado: la instauración
del orden liberal-libertario.
Los eslóganes
de esta corriente ideológica llueven por todas partes: “El agresor no es el que
se rebela” / “La anarquía soy yo” / “Nosotros somos el poder” / “Fronteras =
Represión” / “Basta de iglesias” / “Prohibido prohibir” / “Civismo rima con
Fascismo” / “Desear es bueno, realizar los deseos es mejor” / “Joderos los unos
a los otros, si no os joderán a vosotros” / “Las paredes oyen. Vuestras orejas
son paredes” / “Vivir sin tiempos muertos, disfrutar sin trabas”. Este
humanismo no es otra cosa que un nihilismo: hablar sistemáticamente de humanismo
para, finalmente, aniquilar políticamente a la humanidad. En resumen, la moral
ha disuelto la política. Los individuos son pensados como seres determinados
por un conflicto de clases y de medios de comunicación. Los sentimientos
prevalecen sobre los tormentos, las ideas sobre la verdad. Toda realidad es
“idealizada”.
Los hermanos Ramadán conquistan la
hegemonía cultural
¿La
complicidad de muchos intelectuales, citados antes, en la tentativa de
recuperar a voluntad un maná electoral procedente de las poblaciones que se
perciben como víctimas colaterales de la colonización? He aquí el motor del
islamo-izquierdismo. Cualquier población es el motor del islamismo de
izquierda. Cualquier población se bombea a través de un incesante goteo. Se
trata de influir en el intelectual para determinar mejor lo cultural. Hoy, la
verdadera “hegemonía cultural” está anclada en el fondo de una realidad de la
que pocos sospechan su existencia. Desde los sangrientos atentados de los años
2015-2016, ya no es la palabra “racista” la que es liberada, sino más bien una
palabra más perniciosa, la que se expresa en favor de una lógica de
acomodamientos razonables con las conminaciones del islam en el espacio
público. El discurso es simple: culpabilizar a Francia por su historia
milenaria. El colonizador se ha convertido en el auténtico invasor.
Los
musulmanes son, por lo tanto, “mártires” y los franceses unos patanes
engreídos. El comercio de palabras va a la par con el intercambio de males. Los
hermanos Ramadan (Hani y Tariq) se han convertido en maestros-pensadores y sus
defensores en maestros-censores. Una guerra de influencia está en juego. Y los
acontecimientos recientes, desde el 11 de septiembre de 2001, han galvanizado a
una juventud inmigrante alienada por la economía de mercado.
El multiculturalismo no es un
humanismo
Hay que
condenar la obsesión por la “paz perpetua”, que nos impide pensar sobre lo
real. Hoy, la economía islámica se enseña en la universidad, el uso del velo
autorizado en las tiendas y en las revistas y las vestimentas islámicas cada
vez son más visibles en los programas de televisión. Nuestra juventud busca,
individual y desesperadamente, una razón de su existencia. Y la desesperación
les lleva o bien al letargo, o bien al temor. En conclusión, lo que se
desarrolla ante nuestros ojos, tanto a escala microeconómica como a escala
macroeconómica, no es otra cosa que el orden islamo-libertario. ■
Fuente: Causeur